Saludos.
Sergio.
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El calendario que usamos en la actualidad tiene su antecedente en el utilizado en Roma, que a su vez se basó en otro de origen Etrusco. Hasta 1582, este esquema temporal fue el utilizado por la humanidad casi sin modificaciones en relación al original.

El año era de diez meses ya que contaban desde Marzo hasta Diciembre e ignoraban dos meses, llamados meses muertos, que en esa época no tenían nombre. Martius (Marzo), el primer mes, era dedicado a Marte, padre de Rómulo y fundador de la ciudad. Después venía Aprilis (Abril, que significaba una apertura de la tierra en cuanto a las cosechas), Maius (Mayo, dedicado a Maya, una antigua Diosa amante de Vulcano), Junius (Junio dedicado Juno), y después venían numerales: Quintilis (en la época del imperio fue cambiado a Julio en honor a Julio César), Sextilis (Agosto, por Augusto), September (siete), October (ocho), November (nueve) y December (diez).
Los etruscos hicieron una nueva innovación, también incorporada por los romanos: le dieron vida y nombre a los meses muertos. Enero, dedicado al dios Jano (recordar que en inglés es january) y Febrero (dedicado al dios de los muertos, Febrerus).
Martius, Maius, Quintilis y Octubre eran de 31 días; Febrero de 28 y los demás de 29. Total=355 días. Esto generaba importantes desfasajes ya que con el tiempo, las estaciones comenzaban a llegar después de la cuenta (con el consecuente fallo en las cosechas). Esto los obligaba a realizar permanentes correcciones. La más común consistía en agregar un mes, cada tantos años, entre el 23 y 24 de Febrero. A ver si queda claro: llegaba el día 23, insertaban un mes entero en el medio y después llegaba el 24. Nos vemos mañana…
El Calendario es cruel. Yo siempre hago una apuesta por el conocimiento, salvo en este caso. Después de mucho meditarlo, decidí que me gustaría no saber medir el tiempo y permanecer en la ignorancia en relación al tema. Nótese que como un único favor, el almanaque nos concedió no marcarnos, con una pequeña calavera supongo, el día de nuestra muerte. Esa es la única ventaja que nos concede. No saber cuando morimos. El resto, es matemática despiadada.
Alguna vez escuché que el calendario es, para el alma, una metáfora de la espera. Las consultas a sus páginas se realizan para saber cuanto falta para determinado acontecimiento; cuanto falta para que algo suceda.
¿Alguna vez se preguntaron que pasaría si suprimiéramos el calendario? Estoy convencido que la sociedad se derrumbaría. Porque el trabajo del calendario consiste en atarnos a los acontecimientos futuros. Lamentablemente, no hay una sola cosa de las que hacemos que no sea mirando al futuro. Esperar el sueldo, la fecha de pago, las vacaciones, etc. En lo que al calendario respecta, todo se hace mirando hacia adelante, excepto una: conmemorar.
Cuando miramos el almanaque y nos damos cuenta que estamos en un día que en el pasado fue ocupado por un hecho trascendental en nuestras vidas, estamos realizando el único ejercicio en el que el calendario nos deja retroceder. Aniversarios, muertes, nacimientos o incluso feriados históricos empujan a nuestro pensamiento hacia atrás y no hacia adelante.
Una noche Sam entró en el estudio y encontró a Frodo muy extraño. Estaba palidísimo, con la mirada como perdida en cosas muy lejanas.
-¿qué le pasa, señor Frodo? – dijo Sam.
-Estoy herido -respondió él-, herido; nunca curaré del todo.
Pero luego se levantó, y pareció que el malestar había desaparecido, y al otro día, era de nuevo el Frodo de siempre. Sólo más tarde Sam reparó en la fecha: 6 de Octubre. Dos años antes, ese mismo día, se había hecho la oscuridad en la hondonada de la Cima de los Vientos.
J.R.R.Tolkien.
El Señor de los anillos – El retorno del Rey.
Así que a sacar los marcadores y hacer círculos en esos números implacables, incluso para rememorar las heridas que nunca cierran. Propongo aceptar esta maldita evolución de los días a la que nos obliga el calendario, pero a regañadientes. Si hemos de avanzar hacia el futuro, será a desgano, a contrapelo y en constante desacuerdo. Atención, entonces: a tener más respeto por las ceremonias y a no menospreciar las viejas sensaciones que resurgen de las sombras del tiempo.
Dedico esto a los que esperan. Algo...cualquier cosa...una sola cosa.
El que espera, desea.