Han pasado unos meses, pero las transmisiones desde Antares no se detienen (rompimos el contrato del codificado…Antares para todos). Espero que guste el nuevo posteo y los invito a repasar los textos viejos, los cuales fueron corregidos, modificados y pulidos un poco.
Muchos saludos a todos.
Sergio.
------------------------------------------------------------------------------------------
En la antigua Grecia cundía lo que conocían en aquella época como el espíritu agonal, concepto que fue entrando en decadencia y que hoy está, lamento decirlo, casi desaparecido. El espíritu agonal para los griegos consistía, sencillamente, en la competencia sin encono.
El desarrollo del individuo en Grecia dependía muchísimo de una competencia constante, de una idea de medirse y compararse en cualquier foro o actividad que iban desde lo físico (el olimpismo) hasta lo intelectual (los llamados simposios por ejemplo, que eran reuniones donde se bebía mucho, pero también se planteaban y discutían distintos temas, estableciéndose una competencia que ganaba el que mejor argumentaba). Otro gran ejemplo (personalmente mi favorito) eran los debates, donde mucha gente debía defender posturas que no necesariamente eran las suyas.
Estas competencias se realizaban sin odio. Sin desprecio hacía el rival. El gusto era por la competencia misma. Por medirse bajo la idea de que la sola participación y preparación para la tarea, hacía mejores a las personas.
Y esta preparación, era foco de admiración. Los ganadores, eran verdaderos héroes.
Pero ya hacia los siglos 3 y 4 antes de Cristo, el espíritu agonal comienza a diluirse. Este fenómeno no tuvo que ver con la desaparición de las competencias, sino más bien con su degradación. Con el auge de actividades menores (menos nobles) en las cuales lo agonal se fue perdiendo. Los héroes pasaron a ser personas distantes y envidiadas.
Aquellos torneos en los que solo participaban gente verdaderamente preparada como la gimnasia, la discusión retórica, los simposios, el canto, etc. fueron reemplazados por torneos de chistes, de adivinanzas, o de ver quién comía más, por ejemplo. En ellos podía participar cualquiera…como si esto constituyera un mérito.
Es decir, la competencia no desapareció, pero se fue degradando. La contienda noble comenzó a hundirse a favor de otra cosa, más indigna, pero más sencilla y “al alcance de todos”. Y esta idea, la de reducir todo a su mínima expresión para que una “gran mayoría” tenga acceso a ella, es la que nos toca vivir hoy.
No subimos el estándar y preparamos e instruimos a esa gran mayoría para que lo disfrute. Mejor bajar el estándar…
Ortega y Gasset explicaba que el espíritu noble es aquel que se fija unas metas MUY difíciles de alcanzar, porque si no las tiene, la vida le parece aburrida y despreciable. El hombre noble se establece metas casi imposibles de cumplir a diferencia del “hombre masa”, que elude toda dificultad. No se somete a ningún parámetro superior que pueda medirlo. Nunca se sujeta a instancias elevadas y se pasa la vida lamentando su suerte por tener que hacer esto o lo otro. Mejor pasar con 4, que buscar el 10.
El hombre noble solo podía vivir su vida o, mejor dicho, solo considera digno vivirla, a partir de establecimiento de estándares altísimos. El “hombre masa” en cambio, vive para cumplir, para establecer sus propios límites, que son bien bajos y fáciles de superar.
¿Hay espíritu agonal hoy día? Si..definitivamente, pero el agón falseado: lo que queremos saber es cuál es el programa de mayor rating, quién es el más popular de una clase, quién es el empleado del mes, quién gana el Martín Fierro y quién se mete más alfajores en la boca. Lo que abunda es la competencia decadente.
Además, la competitividad se vive hoy de manera muy diferente. El lugar que no tenemos nosotros lo tiene el otro, que pasa a ser un enemigo. Ese “rival” era en una época, el propio desafío: establecer una meta difícil de lograr, que requería un arduo trabajo y una prologada preparación. Ahora, el rival es el otro.
Lo fácil y lo sencillo nos rodea y se nos enseña que lo difícil no es deseable. Que es mejor esquivarlo. Que preparase es para idiotas. Pregúntense lo siguiente:
¿Buscamos zafar o buscamos la excelencia (pese a que hay chances de no lograrla)?
¿Saludamos el triunfo de los demás o queremos “pisar al rival”?
¿Disfrutamos de un espectáculo elaborado y con un contenido verdaderamente estético o nos reímos de una competencia de baile o de un torneo de “a ver quién escupe más lejos"?
No hay respuesta correcta o incorrecta. Solo el deseo y la aspiración de lograr más…
No solo los griegos vivieron una decadencia del agón. Estamos presenciando la nuestra. Y para peor, lo hacemos con el mayor de los entusiasmos.