lunes, 24 de diciembre de 2007

Construcciones - París y yo

Hola. Saludos navideños!! Aprovecho un minuto antes de que comience el maratón de comida y parientes como para mandar un texto más. Espero que lo disfruten. Muchas felicidades!!!


Sergio.


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Este comentario va a tener un salto algo violento, del que me disculpo. Es sobre construcciones y viajaré de una netamente física, la de la ciudad de París, para terminar en una más filosófica e individual.

Apenas asumió, Napoleón III ordenó comenzar las obras para una reconstrucción gigantesca de la ciudad de París. La tarea le fue encargada a un urbanista, el barón de Osman, que llevó a cabo el mayor proyecto de renovación urbana de los tiempos modernos, basado en un motivo claro, explícito y muy poco romántico: la represión del movimiento de masas. Las líneas básicas de la nueva ciudad las dibujó el propio Napoleón III y a Osman, al poco tiempo de comenzar su trabajo, le pusieron el mote de “el perfecto demoledor”: demolió tres cuartas partes de la antigua ciudad.

Esto marca una primera decepción: la París medieval y renacentista que uno supone, ya no existe. La elegancia que dejó Osman vino con el precio de arrancar otras elegancias mucho más antiguas. Cualquier idea que uno se haga de las “grandes” obras que conserva París, deberá replantear la fecha o la veracidad de esos monumentos (que de todos modos son grandiosos, cabe aclarar). Procuró conectar el centro de la ciudad con los barrios satélites. Se realizaron millones de nuevas fachadas, calles rectas (a medida) y más anchas para permitir el movimiento de dos carros de asalto en paralelo que le permitiría a la milicia disparar hacia ambos dos lados de la calle y todo se reedificó con un nuevo material, característico más tarde de la torre Eiffel: hierro. Se construyeron los grandes bloques de edificios que duran hasta hoy y le dan una uniformidad de altura a toda la ciudad, uno de los grandes sufrimientos de nuestra Buenos Aires, donde nunca hubo una sola idea fija o rectora de cómo construir.
Además, el barón quiso dividir barrios pobres de los más acomodados con bulevares por lo que discurría el tráfico: un muro de vehículos.


Se dividió la ciudad en tres redes: la primera formada por el laberinto de calles que formaban la ciudad medieval (lo poco que se conservó). Allí se derribaron edificios y se trazaron calles a los costados del Sena, porque hasta ese momento no tenía una costanera. La segunda era la red de calles que unían la ciudad con la periferia (lo que Osman denominaba las “venas de París” y la tercera (la más amorfa), formada por las calles que comunicaban las principales vías de la ciudad con las redes 1 y 2. En síntesis, se diseñó todo para “sacar” gente del centro.


La belleza de París no es gratuita y es bastante más nueva de lo que pensamos. Pero es una belleza al fin, producto de un plan desconocido pero ejecutado a la perfección. Los fines fueron algo macabros, pero el resultado y aquí lo increíble, no perdió el don de lo hermoso. Rompieron todo, es cierto, pero dejaron en su lugar otras obras maravillosas.




Otro pequeño caso de una construcción muy curiosa. Algunos dicen (las teorías teológicas difieren) que una vez asesinado por Caín, el alma de Abel escapó de su cuerpo, pero no pudo hallar refugio en el cielo, donde ninguna otra alma había ascendido todavía (también el infierno estaba vacío). El motivo era muy sencillo: ninguno estaba terminado. Las instalaciones celestiales e infernales todavía no eran apropiadas como para recibir gente. Lo estaban haciendo!!. Estaba en construcción!!! El alma de Abel vagó por la tierra mucho tiempo, hasta que finalmente logró la ascensión.

Me gustó mucho esta idea de grandes lugares en construcción porque “humaniza” algo que nos es bastante ajeno. Las grandes obras arquitectónicas del ser humano siempre nos dejan con la pregunta de cómo se habrán hecho. Es algo lejano, incomprensible y dimensiones demasiado monstruosas como para imaginarlo. Y también es interesante y divertido pensar en una burocracia celestial que todavía no le había depositado el cheque a los obreros.


Y digo que humaniza el tema porque creo que la vida es una eterna construcción. Todo está en construcción: incuso nosotros mismos. Después de todo “las cosas no son cosas, son procesos” (debo claramente la fuente de esta cita. Creo que fue Popper).

Somos obras en construcción y nunca estamos terminados. Un día podemos tener grandes enredaderas cubriendo una fachada descuidada y otro podemos deslumbrar con un frente recién pintado. Pude notarse cuando se agrega una habitación de un estilo que no pega con el anterior, como baja la calidad de los materiales o como en ciertos casos, se trata de una edificación uniforme, pareja y estilísticamente prolija.

De cualquier manera, algo siempre se está construyendo. En París y en uno mismo…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parecio muy bueno, y muy interesante! Y desasnante...


DiEgO

PD: Mas!...

Sergio dijo...

Muchas gracias amigo! Feliz Navidad. Saludos a la flia.