Muchos Saludos y nos vemos. Espero que pronto.
Me recuerdo mirando “Tiempo Nuevo” de Bernardo Neustadt. Recuerdo el odio que sentía hacia ese viejo despreciable y como las dos horas y pico de su programa eran como un ejercicio de auto flagelamiento. Puteaba en mil idiomas diferentes, cambiaba de canal por unos minutos, pero seguía maldiciendo, mascullado por lo bajo que “que hijo de puta”, hasta que no aguantaba más y volvía para ver que mierda estaban diciendo ahora. Y seguía puteando.
Una vez un profesor, que nos había mandado el análisis de varios noticieros de televisión, notó que nadie quería elegir los noticieros “fachos” del 9. El tipo se sorprendió. “Son los más difíciles de hacer, pero los más interesantes. Cualquiera puede ver un noticiero acorde con sus creencias. Nos dicen lo que queremos escuchar. Ahora, si realmente quieren analizar los medios, mejor practiquen con los que les generan bronca y no coinciden con ustedes. Ahí esta el desafío”. Tenía razón. Antes, yo ejercitaba ese control de la ira. Sabía que no podía dejarme llevar por la bronca si quería “ver como estaban hechos” estos programas. Ahora, ni siquiera esto puedo hacer.

Por supuesto hay ideología. Canal 9 la tiene. Y Clarín también, no se crean. Pero hay un vaciamiento de toda profundidad, un ocultamiento de todo esfuerzo asociativo. Nada se conecta con otra cosa y cada información se nos plantea única e indivisible.
Pequeños fragmentos del artículo:
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La noticia es algo novedoso, rompe el continuo de lo que ya se sabe: que Cristina Kirchner haya tenido que dar cuatro discursos en una semana es noticia, no lo es que esté en la Casa Rosada gobernando. Pero en la televisión argentina existe una condición adicional para que un hecho llegue a la pantalla: que se pueda presentar en forma de conflicto: “Gobierno vs. campo” tituló Telenoche. “Algo debe pasar, alguien debe ceder”, dijo Telefe Noticias.
En primer lugar, la audiencia sumada de los envíos nocturnos es respetable, pero Showmatch la puede superar en cualquier buena noche, por ejemplo aquella en que Nina Peloso, militante del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados y participante en Bailando por un sueño, protagonizó el Momento-Caño. Y si bien los medios son, para el gran público, “el indicador más poderoso de los temas o problemas de una época” –como escribió Ford en su libro La marca de la bestia–, hace rato que el periodismo televisivo pierde terreno
La televisión ofrece, como Sandro, un mundo de sensaciones. Abunda la obvia, indestructible nota con el deudo: la madre de un adolescente que acaba de morir de dos puñaladas en una escuela de Villa Gesell se culpa porque le insistió para que terminara el secundario. El primer plano nos abstrae de las coordenadas de espacio y tiempo –escribió el filósofo francés Gilles Deleuze en La imagen-movimiento– y nos fundimos en el llanto con esta mujer. La cronista de América Noticias, en otra confirmación de que la redundancia es ley en su rubro, nos hablaba de “una vida que se perdió, que no se recupera”, enumeraba “los libros, las lapiceras, los cuadernos” que dejó Jonathan Otero, decía que la situación era “muy, muy triste”.
“Así quedó el periodismo”, dijo Ford. “La formación es terrible y produce una degradación muy grande de la calidad periodística. Pero este deterioro se da en el país: en la política hay caída de calidad, en la universidad hay caída de calidad. Inclusive el nivel de información de los periodistas es flojo.”
Eso explica la improvisación en la cobertura del conflicto por las retenciones móviles. “¿Acaso venimos discutiendo de soja en los medios?”, siguió Ford. “¿Quién habla del cianuro en la extracción del oro, quién habla de las talas en el Norte? ¿Dónde se hace una genealogía de los problemas, dónde se ofrece algún conocimiento histórico? No se piensa o se debate el país. Las agendas son pobres.”
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Este artículo se centró en los noticieros de TV. En este medio, la información quedó en manos de un género en decadencia. Los programas políticos están sumergidos en la marea del cable y en algunos casos, en horarios incomprensibles. La noticia masticada queda para aquellos que pagan los 100 mangos de Cablevisión o Multicanal (que hora son la misma empresa) y que pueden zafar de la tentación de ver el fútbol o una película. Algo que, desde luego, no esta mal. Pero la oferta de un segundo análisis de la noticia va desapareciendo. Y de a poco, la sigue la demanda.
Pero este no es un problema solo de la televisión. Los diarios siguen el camino y de a poco, todas las noticias tienen el sello Clarín: notas “lavadas” de cualquier doble sentido. Por eso, saludo los pocos esfuerzos que hay de no ocultar un análisis ideológico, cualquiera fuere. Crítica de Lanata por ejemplo o, si señor, Canal 9 (y C5N y Radio 10). Facho o no, uno sabe donde se para, desde donde habla. Y sus posturas racistas, machistas, anti gay, anti villa, anti aborto, pro curas violadores y demás porquerías estaban profundamente analizadas y expuestas. Hasta hace poco, porque también va declinando, tenía a Mariano Grondona en el aire, por ejemplo. Detestable, pero ahí estaba la editorial de su ideología.
Los extraño. Extraño odiarlos y putearlos. Ahora también puteo, pero no por no coincidir, sino por no encontrar.
En el congreso “Investigar la Comunicación”, en Santiago de Compostela, el antropólogo Néstor García Canclini describió esta clase de agenda como “la acumulación de informaciones efímeras y poco importantes que ocupan el lugar de la información pública”, sobre la que se erige “la sociedad del desconocimiento”.
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