lunes, 19 de mayo de 2008

Exploradores - La odisea de viajar con uno mismo

Hola a todos! Luego del tremendo éxito de los post anteriores sale un nuevo comentario, esta vez, sobre exploradores y travesías extrañas. Sepan disfrutarlo/disculparlo.

Un saludo grande a los viajeros.
Sergio.

EPIGRAFES: 1-Ernest Shackleton. 2-La tripulación del Endurance. 3 y 4 - Fotos del Endurance atrapado por el hielo. 5 y 6-La tripulación con el bote en el que llegaron a las Georgias, llamado James Caird. 7-Tumba de Shackleton en las Gerogias del Sur.

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Los grandes exploradores son, en general, consumidos por el fervoroso deseo de entregarle al mundo las pruebas de la existencia de fantásticos lugares en esta tierra o en otras. Ser los primeros es un desafío que solo estará completo en la medida que otros, gracias a la aventura vivida y a los riesgos corridos, sigan el camino trazado con el esfuerzo o la dedicación.
Sin embargo, solo al momento de volver, se dan cuenta que el viaje en si mismo cobra un matiz relevante por su misma presencia. Que el lugar más ignoto, dejará de serlo únicamente a partir de su estadía allí y que al sitio más hermoso solo se le hará justicia a partir de su poesía. En definitiva, se dan cuenta que ellos mismos son el viaje, más allá de las buenas o malas cualidades de la geografía.


Durante gran parte de su vida, Sir Ernest Shackleton intentó ser el primero en alcanzar el polo sur. Por distintos problemas, nunca pudo lograrlo y fue finalmente el noruego Ronald Amundsen, quién en 1911 lograra poner pie en el centro mismo del continente antártico. Sin embargo, los viajes de Shackleton son recordados por los ribetes espectaculares que cobraron y de todos ellos, el que realizó a fines de 1914 fue el más increíble de todos.
Ese año intentó atravesar la Antartida de lado a lado. La nave Endurance los iba a dejar en un punto de la costa del mar de Weddell y otro barco, el Aurora los aguardaría del otro lado, en el mar de Ross. El recorrido tenía 3.300 kilómetros y la tripulación era de 27 personas.



Los problemas comenzaron de inmediato. El Endurance, construido en Noruega, no era un rompehielos exactamente. Su madera era muy resistente (y de gran grosor) y podía romper alguna capa fina de formaciones sólidas, pero si quedaba atrapado por el hilo más fuerte, no podía salir. Pues el 19 de enero de 1915, el barco quedó aprisionado no muy lejos de la costa. Los témpanos lo apretaban y la madera comenzó a crujir, pero los tripulantes siguieron a bordo: la situación aún no era desesperante y optaron por aguardar.
Sin embargo la nave fue cada vez más apretada por los bloques y en un punto dado, con un fuerte estruendo provocado por maderos rotos, el barco quedó inclinado 30º a babor por lo que el 27 de octubre (casi 9 meses después!!) Shackleton ordenó abandonarlo y formar un campamento, el Ocean Camp en pleno témpano. Con la Primera Guerra Mundial en desarrollo, sus chances de que vinieran a socorrerlos eran casi nulas.

Shackleton propuso entonces, abordar un témpano…Parece increíble pero así es. Montarse en un témpano lo suficientemente sólido como para que los arrastre un tiempo y calcular la deriva. Esperaban que los vientos dejaran al témpano, con ellos arriba, cerca de la isla Elefante (a 346 millas marinas de allí) donde había un refugio establecido en 1904 por la corbeta argentina Uruguay (Shackleton había formado parte también de aquella expedición). No se si por lo que cuento refleja lo increíble de esta situación. Montaron un témpano!!!
Prepararon tres botes (pocos, porque como el témpano se iba a ir derritiendo, no podían viajar muy pesados), aunque Shackleton le permitió llevar al fotógrafo Frank Hurley su cámara (dado que el viaje estaba financiado por una editorial que publicaría un libro con esas fotos) y al meteorólogo del grupo, su banjo, porque consideraba que la música era “un tónico para la mente”.

El 30 de marzo de 1916 sacrificaron al último perro canadiense que tenían, para comerlo. La situación se hacía desesperante. Con el tiempo, avistaron la costa de la isla Elefante, pero se dieron cuenta que la iban a pasar de largo. Entonces se largaron en los tres botes y luego de batallar contra las mareas, llegaron a la costa. La alegría de los hombres de Shackleton fue inmensa: tocaban tierra luego de un año y medio. Pero el capitán sabía que solo habían ganado algo de tiempo. Si querían ser rescatados, debían seguir viaje. Instalaron un pequeño campamento, dejaron a los heridos o muy débiles como para continuar (los rescatarían más tarde) y en un bote (de los tres que tenían, hicieron uno) salieron a hacer 800 millas más a ver si acertaban las Georgias del Sur, donde había una factoría ballenera noruega. Otro dato increíble que por ahí pasa desapercibido: para este viaje, atravesaron en un botecito de morondanga, el Cabo de Hornos, la zona más tormentosa del planeta. Tiempo después Shackleton dijo que nunca había visto olas tan grandes como las que percibió en el pasaje de Drake….a bordo de un vote (de un vote!!! Y no hace calor ahí….el agua está fresquita).

Increíblemente alcanzaron las Georgias en dos semanas. Pero, lamentablemente, llegaron del lado equivocado. La ballenera estaba en la costa norte y ellos tocaron tierra por el sur. La isla tiene 30 kilómetros de ancho, pero no había caminos: eran 30 kilómetros de glaciares, picos nevados y montañas imposibles. Dejaron a dos que estaban muy débiles y tres de ellos comenzaron la marcha. Desde luego se perdieron, pero el 16 de mayo de 1916 escucharon la sirena de la factoría que llamaba a sus trabajadores a comenzar la jornada. Y así llegaron.
Pero esto no termina acá. Dieron la vuelta a la isla, rescataron a los que habían quedado y luego, emprendieron viaje a Elefante para buscar al resto. Esto se presentó complicado:

- Zarparon en un ballenero llamado Cielo del Sur pero a 60 millas de la isla debieron pegar la vuelta porque el hielo no los dejaba pasar.
- Entonces el gobierno de Uruguay le prestó a Shackleton otro barco, el Instituto de Pesca, pero nuevamente el hielo impidió el acceso.
- Marcharon a Punta Arenas y allí, residentes chilenos y argentinos le donaron fondos para rentar la goleta Emma. Pero a cien millas del objetivo, una caldera auxiliar explotó y debieron volver.
- Y recién en el cuarto intento, con el vapor Yelcho fletado por el gobierno chileno, Shackleton llegó y rescató a sus hombres.

En todo este lío, en este calvario de casi tres años….no se le murió ninguno. Todos los tripulantes sobrevivieron. Uno de los hombres de Shackleton escribió en su diario: “Para conductor científico, denme a Scott. Para viajar veloz y eficientemente, a Amundsen. Pero cuando uno se encuentra en una situación desesperada, cuando parece que no hay salvación, mejor ponerse de rodillas y pedir a Dios que envíe a Shackleton”.



Uno de los puntos más altos en las aventuras de exploración llevadas adelante por el hombre, fueron los viajes a la Luna. Es un tema que me apasiona pero no voy a entrar en demasiados detalles. Simplemente, me gustaría dejar las palabras del cuarto hombre en pisar la superficie lunar, Al Bean, en el Apollo 12.

“El mejor registro de lo que significó haber ido a la Luna y regresar no está en la evidencia tangible de ese esfuerzo. No está en las cosas que trajimos, sino en la conciencia y en la visión individual de los seres humanos que hicimos ese viaje. Al final, las cosas más valiosas que traje de la Luna fueron las mismas con las que me fui: mis dos mejores amigos que formaron parte de la tripulación del Apollo 12. Me doy cuenta que cuando se hace un viaje, ya sea al otro lado de la ciudad o a la Luna, lo único que importa es compartirlo con la gente querida. Porque, al final, eso es lo único que hay. Créanme, fui hasta a la Luna para comprobarlo”.

Al respecto, leí por ahí en una editorial: “los robots ya han llegado a otros planetas: a los valles de Marte, a las nubes de Júpiter y aún quedan otros lugares que recorrer con este método. Pero la satisfacción y el vacío repentino de una aventura realizada son conceptos humanos intangibles. Se podría decir que la humanidad no puede atestiguar un evento a menos que un humano haya experimentado la aventura directamente”.

Desde luego nosotros no somos exploradores. Nuestros viajes, mucho más modestos, no serán los primeros ni los últimos. No importa, la regla es la misma. Al fin de cuentas, la exploración de magníficos lugares tiene que ver con uno mismo. Con los deseos que motivaron el viaje y los recuerdos que sobreviven en nosotros. Alguna vez escuché que son pocos los paisajes en el mundo que, cuando se visitan, no decepcionan, porque es casi imposible que un escenario natural, por más espectacular que sea, cumpla con todo lo que uno soñó. Ahí está la cuestión, entonces. A un lugar, lo hacen aquellos que lo visitan. Un viaje al Gran Cañón del Colorado no se trata del lugar en si, sino de la inolvidable sensación de pararse al borde del abismo.

sábado, 3 de mayo de 2008

Nombrar - El milagro que cayó del espacio

Prometí un nuevo comentario para abril y acá está….en mayo. Por favor, comenten. Nos vemos.

Sergio.

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“Cuando escribo, siempre empiezo con los nombres. Dame un nombre y te cuento una historia. Casi nunca se da al revés”.

J.R.R. Tolkien

Tolkien creó lenguajes enteros para descubrir nuevas formas de nombrar las cosas y con ellas, nuevas historias. Los nombres suelen tener orígenes no investigados. Nos llegan del pasado y confiamos en ellos porque todos los demás alrededor nuestro los utilizan. Desde luego está la etimología, que es el estudio del origen de las palabras, razón de su existencia, de su significación y de su forma. Y está la lingüística de Ferdinand de Saussure, con el significado y el significante. Pero hay algo más, algo que, la verdad, se me escapa, algo mágico en esa virtud del hombre de nombrar las cosas que ve o siente. Todos los lenguajes comenzaron de cero y debieron designar cosas que no estaban catalogadas ni aceptadas socialmente. Y si bien todo esto no deja de tener una explicación científica, la escena me agrada y me obnubila. Porque cuando nombramos, ponemos en juego millones de cosas de las que casi no nos damos cuenta.

En primer lugar, cuando nombramos algo, lo creamos. Lo delimitamos, lo separamos del resto de las cosas y le damos una identidad. Un conjunto de normas, leyes y axiomas que conforman su existencia y lo diferencian del resto. Para Lacan (curioso que lo cite justo ahora, ya van a ver porqué…..pero bueno, hagan como que no lo vieron…..je), el nombre permite ciertas ventajas y desventajas; al nombrar algo pasa a ser un objeto identificado, se identifica como objeto. A un ser viviente al que se le dice Juan, se unifica bajo Juan, una epidermis que lo envuelve, que lo designa como unidad; pero al mismo tiempo está perdido para siempre su individualidad por el hecho de que está incorporado al lenguaje; al nombrar Juan se unifica algo más que un cuerpo.


Homero: Vamos! Ponle nombre a tu palo de golf
Bart: Que?
H: Ponle nombre!
B: Señor Palo
H: …..Podrías esforzarte un poco más no?!! Ponle nombre de mujer
B: mmmm………mamá
H: Tu palo se llama Marilyn!!!
B: Porqué?
H: Porque yo lo digo. Por eso!!


Esto significa que cuando nombramos algo, lo etiquetamos dentro de una categoría. Ese es, quizá, el lado negativo del asunto. Y acá quiero detener un rato.
La categorización de los eventos es un asunto peligroso. Me preocupa ver como grandes problemas son minimizados y degradados luego de su ubicación en un estándar. Se que voy a decir una estupidez, pero en parte, mi desconfianza al psicoanálisis tiene que ver con eso: la categorización de un problema personal dentro de un vasto catálogo de problemas personales. El dolor, la pena y la resignación, asuntos que a una persona pueden afectarla profundamente, pasan a ser “Depresión” dentro de un folio en una carpeta y su solución es otro conjunto de normas estándares que se aplican sin importar el individuo. En realidad, eso está bien: es lo que debe hacer un científico. No me creo especial y tampoco espero que un oncólogo mire un cáncer de manera “individual”. La ciencia es teoría y la teoría es la estandarización de normas frente a un determinado caso. Pero me gustaría pensar que cada paciente, con la misma enfermedad, es diferente.
Los problemas que tengo en la cabeza (estoy seguro que son muchos) son probablemente, lo más personal que tengo. Se que pueden ser categorizados porque son iguales a los de miles y miles de personas, pero aún así, su estandarización me suena a menosprecio. El drama personal, se vuelve típico en el lenguaje científico. Vale para un cálculo renal, pero en otras cuestiones…..


Volviendo. ¿Qué pasa si inventamos una palabra? Al pronunciarla inconscientemente la crearías basándote en algo, recurriendo a algo que la inspirara, aunque fuera una imagen fantástica. Si tuvieras que definirla, utilizarías otras palabras que sí son conocidas por el interlocutor, que también haría esa asociación.
Esta capacidad de “imaginar” los significados queda denunciada totalmente cuando se pierde la capacidad de habla. La Afasia es una enfermedad que consiste en la pérdida completa o incompleta de la facultad de la palabra, con conservación de la inteligencia y de la integridad de los órganos de la fonación. Es decir, la persona habla y para él, lo que dice es perfectamente normal. Sin embargo, solo emite sonidos incoherentes.
Las imágenes en su cerebro de las cosas que quiere decir están ahí, solo que un problema en los centros del lenguaje del cerebro mandan “señales” equivocadas.

Queda claro que todo este fenómeno es explicado por la ciencia, pero aún así, me parece algo misterioso y fantástico. Designar algo solo perceptivo como un color, una emoción, o cosas que en la realidad no existen, pero que todos reconocen como los dragones o los unicornios.
Nombrar algo o a alguien me sigue pareciendo una facultad que en teoría, debería ser de los dioses. Un acto divino que, sin embargo, le está permitido al ser humano. Es uno de los pocos.