Un saludo grande a los viajeros.
Sergio.
Los grandes exploradores son, en general, consumidos por el fervoroso deseo de entregarle al mundo las pruebas de la existencia de fantásticos lugares en esta tierra o en otras. Ser los primeros es un desafío que solo estará completo en la medida que otros, gracias a la aventura vivida y a los riesgos corridos, sigan el camino trazado con el esfuerzo o la dedicación.
Sin embargo, solo al momento de volver, se dan cuenta que el viaje en si mismo cobra un matiz relevante por su misma presencia. Que el lugar más ignoto, dejará de serlo únicamente a partir de su estadía allí y que al sitio más hermoso solo se le hará justicia a partir de su poesía. En definitiva, se dan cuenta que ellos mismos son el viaje, más allá de las buenas o malas cualidades de la geografía.
Durante gran parte de su vida, Sir Ernest Shackleton intentó ser el primero en alcanzar el polo sur. Por distintos problemas, nunca pudo lograrlo y fue finalmente el noruego Ronald Amundsen, quién en 1911 lograra poner pie en el centro mismo del continente antártico. Sin embargo, los viajes de Shackleton son recordados por los ribetes espectaculares que cobraron y de todos ellos, el que realizó a fines de 1914 fue el más increíble de todos.
Ese año intentó atravesar la Antartida de lado a lado. La nave Endurance los iba a dejar en un punto de la costa del mar de Weddell y otro barco, el Aurora los aguardaría del otro lado, en el mar de Ross. El recorrido tenía 3.300 kilómetros y la tripulación era de 27 personas.


Los problemas comenzaron de inmediato. El Endurance, construido en Noruega, no era un rompehielos exactamente. Su madera era muy resistente (y de gran grosor) y podía romper alguna capa fina de formaciones sólidas, pero si quedaba atrapado por el hilo más fuerte, no podía salir. Pues el 19 de enero de 1915, el barco quedó aprisionado no muy lejos de la costa. Los témpanos lo apretaban y la madera comenzó a crujir, pero los tripulantes siguieron a bordo: la situación aún no era desesperante y optaron por aguardar.
Sin embargo la nave fue cada vez más apretada por los bloques y en un punto dado, con un fuerte estruendo provocado por maderos rotos, el barco quedó inclinado 30º a babor por lo que el 27 de octubre (casi 9 meses después!!) Shackleton ordenó abandonarlo y formar un campamento, el Ocean Camp en pleno témpano. Con la Primera Guerra Mundial en desarrollo, sus chances de que vinieran a socorrerlos eran casi nulas.


Shackleton propuso entonces, abordar un témpano…Parece increíble pero así es. Montarse en un témpano lo suficientemente sólido como para que los arrastre un tiempo y calcular la deriva. Esperaban que los vientos dejaran al témpano, con ellos arriba, cerca de la isla Elefante (a 346 millas marinas de allí) donde había un refugio establecido en 1904 por la corbeta argentina Uruguay (Shackleton había formado parte también de aquella expedición). No se si por lo que cuento refleja lo increíble de esta situación. Montaron un témpano!!!
Prepararon tres botes (pocos, porque como el témpano se iba a ir derritiendo, no podían viajar muy pesados), aunque Shackleton le permitió llevar al fotógrafo Frank Hurley su cámara (dado que el viaje estaba financiado por una editorial que publicaría un libro con esas fotos) y al meteorólogo del grupo, su banjo, porque consideraba que la música era “un tónico para la mente”.
El 30 de marzo de 1916 sacrificaron al último perro canadiense que tenían, para comerlo. La situación se hacía desesperante. Con el tiempo, avistaron la costa de la isla Elefante, pero se dieron cuenta que la iban a pasar de largo. Entonces se largaron en los tres botes y luego de batallar contra las mareas, llegaron a la costa. La alegría de los hombres de Shackleton fue inmensa: tocaban tierra luego de un año y medio. Pero el capitán sabía que solo habían ganado algo de tiempo. Si querían ser rescatados, debían seguir viaje. Instalaron un pequeño campamento, dejaron a los heridos o muy débiles como para continuar (los rescatarían más tarde) y en un bote (de los tres que tenían, hicieron uno) salieron a hacer 800 millas más a ver si acertaban las Georgias del Sur, donde había una factoría ballenera noruega. Otro dato increíble que por ahí pasa desapercibido: para este viaje, atravesaron en un botecito de morondanga, el Cabo de Hornos, la zona más tormentosa del planeta. Tiempo después Shackleton dijo que nunca había visto olas tan grandes como las que percibió en el pasaje de Drake….a bordo de un vote (de un vote!!! Y no hace calor ahí….el agua está fresquita).


Increíblemente alcanzaron las Georgias en dos semanas. Pero, lamentablemente, llegaron del lado equivocado. La ballenera estaba en la costa norte y ellos tocaron tierra por el sur. La isla tiene 30 kilómetros de ancho, pero no había caminos: eran 30 kilómetros de glaciares, picos nevados y montañas imposibles. Dejaron a dos que estaban muy débiles y tres de ellos comenzaron la marcha. Desde luego se perdieron, pero el 16 de mayo de 1916 escucharon la sirena de la factoría que llamaba a sus trabajadores a comenzar la jornada. Y así llegaron.
Pero esto no termina acá. Dieron la vuelta a la isla, rescataron a los que habían quedado y luego, emprendieron viaje a Elefante para buscar al resto. Esto se presentó complicado:
- Zarparon en un ballenero llamado Cielo del Sur pero a 60 millas de la isla debieron pegar la vuelta porque el hielo no los dejaba pasar.
- Entonces el gobierno de Uruguay le prestó a Shackleton otro barco, el Instituto de Pesca, pero nuevamente el hielo impidió el acceso.
- Marcharon a Punta Arenas y allí, residentes chilenos y argentinos le donaron fondos para rentar la goleta Emma. Pero a cien millas del objetivo, una caldera auxiliar explotó y debieron volver.
- Y recién en el cuarto intento, con el vapor Yelcho fletado por el gobierno chileno, Shackleton llegó y rescató a sus hombres.
En todo este lío, en este calvario de casi tres años….no se le murió ninguno. Todos los tripulantes sobrevivieron. Uno de los hombres de Shackleton escribió en su diario: “Para conductor científico, denme a Scott. Para viajar veloz y eficientemente, a Amundsen. Pero cuando uno se encuentra en una situación desesperada, cuando parece que no hay salvación, mejor ponerse de rodillas y pedir a Dios que envíe a Shackleton”.
Uno de los puntos más altos en las aventuras de exploración llevadas adelante por el hombre, fueron los viajes a la Luna. Es un tema que me apasiona pero no voy a entrar en demasiados detalles. Simplemente, me gustaría dejar las palabras del cuarto hombre en pisar la superficie lunar, Al Bean, en el Apollo 12.
Desde luego nosotros no somos exploradores. Nuestros viajes, mucho más modestos, no serán los primeros ni los últimos. No importa, la regla es la misma. Al fin de cuentas, la exploración de magníficos lugares tiene que ver con uno mismo. Con los deseos que motivaron el viaje y los recuerdos que sobreviven en nosotros. Alguna vez escuché que son pocos los paisajes en el mundo que, cuando se visitan, no decepcionan, porque es casi imposible que un escenario natural, por más espectacular que sea, cumpla con todo lo que uno soñó. Ahí está la cuestión, entonces. A un lugar, lo hacen aquellos que lo visitan. Un viaje al Gran Cañón del Colorado no se trata del lugar en si, sino de la inolvidable sensación de pararse al borde del abismo.
2 comentarios:
Aún no leí los artículos publicados. Espero que eso no me invalide para comentar :-P Bueno, sólo quería repetirte (para que no intentes modificar tu conducta)lo que ha resultado de tu informe: "Inocuo. Se esmera por no parecerlo y cree estar subalternando las relaciones de poder pero es inofensivo."
Como sea, qué bueno volverte a ver! muchos besos
Gracias! Dejá de inventar palabras!! ("Subalternando") No importa. Es cierto, fue bueno el reencuentro. Besos.
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