Bueno prometí una entrada antes de navidad y aquí está. Les deseo a todos una muy feliz navidad.
Un abrazo grande.
Sergio.
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En 1874 aparecieron una serie de artículos sobre pintura italiana en una revista alemana de historia del arte. Estaban firmados por un erudito ruso desconocido hasta el momento llamado Iván Lermolieff aunque unos años después, el autor verdadero se confesó como Giovanni Morelli (nombre conocido para aquello que estudien Semiótica). En esos artículos, se proponía un nuevo método para reconocer falsificaciones. Y el método provocó una fuerte polémica.
Morelli sostenía que los museos estaban llenos de pinturas atribuidas de manera errónea. Es decir, que se decían de un autor, pero en realidad correspondían a otro. Para descubrir a quién pertenecía en realidad una pintura (y por lo tanto se estaba mal atribuida) o si era una falsificación, Morelli sostenía que había que dejar de considerar las características de estilo mas importantes de un artista ya que, precisamente, esas eran las más imitadas y practicadas por los falsificadores. En cambio, el estudio debía centrarse en los detalles menores, esos que son pasados por alto pero que, analizados con cuidado, también marcaban el estilo de un artista. Lóbulos de las orejas, uñas, forma de los dedos de los pies, etc. Y en un libro, recopiló todos estos detalles y los catalogó por autor. Con ese método realizó docenas de descubrimientos y malas “asignaciones” en los museos de Europa.
El método fue muy criticado. Se lo tachó de mecánico, de positivista y con el tiempo, cayó en desgracia. Los libros de arte de Morelli eran muy engorrosos y estaban llenos de ilustraciones de orejas y manos en vez de obras completas y a los estudiantes y expertos no les agradaba. Sin embargo, este estilo influyó y mucho en otros dos médicos bastante importantes.
1) Sir Arthur Conan Doyle: El autor de Shelock Holmes construyó uno de los personajes más importantes en la literatura mundial en base a su capacidad para, precisamente, descubrir estos detalles y a partir de allí, resolver misterios imposibles para los demás.
En “La caja de cartón” le envían a una señora dos orejas cortadas y se las dan a Holmes para ver que hacía de ellas.
"Holmes contemplaba atentamente el perfil de la señora. Por un instante fue posible leer en su rostro sorpresa y satisfacción”. Más tarde, le dice a Watson: “Usted como médico sabe que no hay parte que varíe tanto en el cuerpo humano como la oreja. Por regla general cada oreja es distinta. Imagínese mi sorpresa cuando al mirar a la señorita Cushing me di cuenta que su oreja se parecía a la enviada en la caja. Sin duda, se trata de la oreja de un familiar muy próximo”.
2) Sigmund Freud: El amigo Freud escribió infinidad de artículos defendiendo a Morelli (sin saber que era Morelli. Seguía pensando que era Lermolieff). “Supe que un crítico ruso, Iván Lermolieff, prescindió de la impresión de conjunto y prestó atención a las minucias”, expuso en uno de ellos. La esencia de las teorías freudianas está aquí mismo: pequeños gestos, equívocos, errores o expresiones que vienen a “delatar” otra cosa más compleja.
Es que Morelli, como Freud después, proponían un método interpretativo que se basaba en la consideración de lo marginal y supuestamente irrelevante, como un “indicio” revelador. Los detalles llevaban a la interpretación de un todo general. Para Freud eran “síntomas”, para Doyle, “pistas” y para Morelli “rasgos pictóricos”. Y para los semiólogos, bueno, estamos es su salsa. Ferdinand de Saussure también se tomó de esta teoría para comenzar a idear su “signo”.
Vemos detalles todos los días. Al tratar una enfermedad, tratamos un síntoma, signos que den cuenta de una patología. Para la ley, somos detalles, huellas digitales, ADN o “marcas distintivas y tatuajes” que dan un indicio de nuestra persona toda. Lo que nos permite ser distinguidos de otro miembro de la misma especie, es el detalle.
Somos detalles, nuestra individualidad surge de ellos. Lo que nos enamora son detalles, milímetros únicos e irrepetibles, segundos imposibles de reproducir en serie, palabras justas impronunciables por alguien distinto. Lo que nos motiva al odio o al enfado también son detalles que para los demás pueden llegar a ser ridículos.
El fenómeno global parece tratar de aniquilar los detalles. Son los detalles los que nos hacen diferentes y complicados para los que quieren vender exactamente lo mismo para todos. Si no hubiera detalles, sería muy fácil convencernos a todos a pensar de cierta manera. La rebeldía es un detalle, una pequeña diferencia que hay que cultivar toda la vida.
Es difícil en estos tiempos, pero no debemos pasar por alto los detalles. No hace falta ser ni Sherlock ni Freud para notarlos. Vale la pena detenerse en ellos, meditarlos, estudiarlos y gozarlos.
Porque el resto, es todo lo mismo.
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