martes, 21 de julio de 2009

Manual de las costumbres olvidadas - Hoy: Lectura en voz alta


Hemos vuelto a los comentarios. Ha pasado el día del amigo así que aprovecho para saludar con cariño a todos los que hayan caído en esta página.

Yo los considero mis hermanos.

Sergio.

----------------------------------------------------------------------------

El gobierno de Vespasiano llegaba a su fin y poco faltaba para la llegada del nuevo emperador romano: Tito. Roma dormía tranquila, pero solo en su fachada. Diversos aposentos recibían con la inocente dulzura de la noche reuniones de diferente talante. De uno de ellos salió un joven enfurecido. Era un abogado, escritor y científico que alcanzaría renombre en el imperio por aquellos días: Plinio el Joven. Recorrió los pocos metros que lo separaban de sus habitaciones y raudamente, comenzó a escribir una carta que reflejara su indignación. El destinatario era Claudio Restituto, un conocido magistrado imperial.

“Regreso molesto de una lectura en casa de un amigo. El texto leído era de una gran perfección en todos los sentidos. Sin embargo, todos lo escucharon como si fuesen sordomudos. No despegaron los labios, ni han movido una mano ni tampoco han estirado las piernas para cambiar de postura.”

Plinio se había enojado por aquella indiferencia de los escuchas. Y para entenderla, hay que contextualizarse en una época en la que la lectura en voz alta poseía un ritual armado y establecido, o por lo menos ciertas normas de conducta adecuadas. Los escritores leían sus obras ante grupos de amigos y existía una “etiqueta” tanto para los oyentes como para el escritor. Esta costumbre de un autor leyendo su obra ante un foro, es quizá el único aspecto de esta práctica que se mantiene vivo (y a durísimas penas) hoy día. Lo que se ha perdido, tal vez para siempre, es la popularización de la costumbre. Nosotros, sin tener la presión de editoriales ni eventos publicitarios, ya no leemos para otros.

El mismo Plinio modificaba sus textos a partir de las sugerencias amistosas en medio de las lecturas. Pero ya para la época, la trampa también jugaba su rol. Mucha gente dejaba a sus sirvientes escuchando al autor y procedía hacia las habitaciones donde el anfitrión había dispuesto unos sanguches de mortadela (es suposición mía) y unas masitas para los invitados. Iban solo a morfar gratarola. Cuando el texto estaba por llegar a su fin, el sirviente chiflaba una advertencia y el buen señor volvía raudo al salón de lectura ejercitando su mejor cara de interés y preocupación.


Más cerca en el tiempo, Dante y Moliere leyeron para reyes. Pero el carácter crítico del auditorio ya se perdía. Charles Dickens utilizaba su talento histriónico para la lectura de sus obras. Leía para los amigos a fin de pulir el último borrador, pero también hacía lecturas públicas que eran verdaderas actuaciones. El trabajó mucho tiempo la manera de leer y los gestos. En sus mismos borradores, todavía se pueden encontrar anotaciones al margen no sobre el texto literario en si mismo, sino acerca de los tonos que debía adoptar durante una futura lectura. “Alegre”, “severo” “patético”, “misterioso”, etc. También anotaba algunas señas: “mover los dedos”, “estremecerse”, “mirar a los costados con gesto de terror”. (jajaja excelente).

Una vez le escribió a su esposa:

“Si hubieras visto anoche a Mrs. McGrady sollozando y llorando en el sofá mientras yo leía, hubieras sentido que cosa tan increíble es tener poder. Poder sobre otros para conmover e influir sin siquiera tocarlos”.

Y en otra carta a Lady Blessington, decía:

“Abrigo fundadas esperanzas de hacer que llore usted amargamente”.

Que no se malentienda. Lo que Dickens señala es lo maravilloso de tener la capacidad de conmover con palabras. Nada menos que un arte supremo es poseer la capacidad de emocionar de un modo artístico o amoroso. Pero si uno no puede apuntar tan alto (no somos Dickens escribiendo), no está mal lograrlo de un modo más “indirecto” como puede ser, entre muchas otras cosas, volcando pasión en la lectura de textos ajenos.

Y aquí abandonamos la responsabilidad de los grandes autores y caemos en la nuestra. ¿Alguna vez leyeron para alguien? ¿Hace cuánto no lo hacen? Y no me refiero a una o dos líneas en medio de un grupo de estudio o la lectura de las opciones de un menú para hacer delivery. Digo una lectura completa, con una puesta en escena y una predisposición acordada.

Hay quienes sostienen que las lecturas deben hacerse en silencio y en soledad. Y no voy a negar que esa postura sea un placer en sí misma. Uno, un libro…nada más en el mundo. Pero leer o escuchar algo en voz alta pone en juego otra serie de dispositivos mentales también placenteros. La pasión en la lectura es mucho mayor y la imaginación cuando se escucha crece de la misma forma. Tal vez por eso los chicos conforman el público más ávido de historias narradas a viva voz. Porque llenan los espacios vacíos con imaginación pura.


El ejercicio es complicado: no hay musicalización ni imágenes tipo MTV y el primer mensaje que manda el cerebro, es el de aburrimiento. Al principio la lectura es esforzada y mecánica, pero con el tiempo se vuelve “intencional”. Es decir, comienza uno a agregarle intencionalidad a las palabras, a imbuir cada frase con una intensidad insospechada. Y las primeras veces que uno escucha a alguien leer, no logra el enfoque buscado. El cuerpo se retuerce y hasta invade el sueño, porque algo falta.

Es que nuestra cultura perdió lentitud. Nos borraron la costumbre de detenerse en el goce del ejercicio intelectual. Todo, hasta lo más inteligente, debe ser transmitido con velocidad y simplicidad. Y la lectura en voz alta no acepta estos parámetros. Requiere tiempo, pasión y un guiño de los que participan: vos inventá un mundo con palabras, que yo viajo hasta allá.

Humildemente, sugiero que no perdamos la costumbre. Lean o háganse leer y denle tiempo. De esta manera, ciertas partes de nuestro espíritu saldrán del “vertiginoso letargo” en el que viven.


PD: Los que juegan rol saben bien a que me refiero.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno Sergio!
Francisco.-

Sergio dijo...

Gracias Fran!! Un abrazo grande y suerte con el local! Estamos pasando con la banda en poco tiempo.

Pato dijo...

Se que se van a aburrir con mi comentario...pero es para opinar no? Me gustó mucho!! Y tambien quería agregar a la reflexión, que la lectura en público de una obra ajena debe quedar en manos tambien de un artista.

Sergio dijo...

Muchas gracias Pato!!! Coincido totalmente. Leer en voz alta requiere una "postura" artística que es necesario ejercitar. De todos modos, valen los esfuerzos "amateurs" ajaja
Te mando un beso y gracias (again).

Athos dijo...

No te irrites, pero es manía.
He tenido un CMOS checksum error al leer la primera frase... xD
http://es.wikipedia.org/wiki/Tito_Flavio_Vespasiano
Bórrame cuando leas el comentario.
Un abrazo

Sergio dijo...

TE BORRO!!! jajaja. La verdad yo mucha importancia al tema no le doy, como queda claro. De todos modos, tomo nota y corrijo.
Saludos de

Vespasiano (aunque queda mejor con C)
jajaja